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Climaterio: ¿la edad de la violencia?

Lunes, 10 de Septiembre de 2012
Políticas y Derechos

por Dixie Edith - SEMlac Cuba

Han vivido entre 45 y 59 años, son protagonistas de la educación de hijas e hijos y, en muchos casos, cuidadoras de sus ancestros; cumplen misiones laborales o sociales y sienten dolores, irritación y malestares ante los que no suelen detenerse a reflexionar.

Son las llamadas "mujeres sándwiches" o "generación del emparedado", término atribuido al psicólogo estadounidense Quaeshi Walker, quien define de esta manera a aquellas que se encuentran comprimidas entre el cuidado de hijos y ancianos, el matrimonio, el hogar y el trabajo.

En Cuba, especialistas coinciden, además, en que ellas, a menudo, se convierten en víctimas de múltiples formas de violencia, de las cuales no suelen ser conscientes.

Ada María Cuéllar cuenta una de esas historias. Residente en el municipio de Boyeros, en la capital cubana, fue una trabajadora "bastante exitosa", según expresión propia, hasta que dejó su empleo en el hotel Las Praderas, ubicado en las afueras de La Habana, para cuidar a su suegra, una anciana encamada de 71 años. "Me estuve resistiendo durante dos meses, pero mi esposo y su hermano no paraban de discutir para decidir quién se quedaba con la madre cada día. Mi cuñado es soltero y chofer de viajes interprovinciales, así que casi nunca está y mi esposo ganaba mejor salario que yo", explicó Cuellar a SEMlac.

Así, tras muchas sutiles presiones cotidianas, esta mujer de 47 años tomó la decisión de convertirse en ama de casa y cuidadora.

"Hasta mi hija apoyó a mi esposo, pues estando yo en la casa podía sacar a mi nietecita del círculo infantil (guardería) y dejarla conmigo. La verdad es que la niña se enferma mucho y le ha costado trabajo adaptarse", agregó.

Investigaciones demográficas diversas coinciden en que las también llamadas mujeres de la edad mediana en Cuba tienen como promedio alrededor de 52 años, residen fundamentalmente en zonas urbanas, suelen estar casadas, presentan un nivel educacional elevado y una vida social intensa.

Datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), precisan que ellas suman más de un millón 146.000, de los poco más de 11 millones de habitantes de la isla y que resultan un grupo poblacional en aumento: para 2015, habrán remontado a un millón 300.000.

A grandes rasgos, estas cubanas son, en su mayoría, madres de familias pequeñas, muchas se han casado o unido más de una vez y a menudo dirigen sus hogares.

Por el rango de edades que abarcan, suelen trabajar fuera de casa y constituyen el grueso de las mujeres que ocupan puestos de dirección en el país. No para bien.

Por si fuera poco, las que son dirigentes asignan al trabajo doméstico un 60 por ciento más de tiempo que los hombres en igual posición, según investigaciones de la ONEI. Un acuñado estilo de dirección masculino, presente en casi todos los centros laborales cubanos, exige de ellas una entrega que excede, casi todos los días, las horas de la jornada laboral.

"Bajo esas condiciones, son frecuentes los estados depresivos, irritabilidad, ansiedad, cansancio frecuente, sobrecargas al sistema nervioso y la disminución de la llamada calidad de vida", asegura la antropóloga Leticia Artiles.

"Las mujeres recibimos una influencia cultural que nos lleva a sentirnos responsables de todo. No te gusta, te frustra, te desgasta, pero sientes la obligación de que eso te pertenece", confesó a SEMlac la doctora Norma Vasallo, presidenta de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana, una conclusión anclada en sus estudios, pero también en su experiencia personal.

La cultura manda

Justamente la construcción cultural de qué es ser hombre y mujer se asienta en el origen de no pocas manifestaciones de la violencia intrafamiliar, según explica la investigadora Yohanka Valdés Jiménez, especialista de Oxfam [1] en Cuba, en su artículo La violencia de género en las familias.

"Sus expresiones no siempre se visualizan, ya que suelen considerarse legítimas o cuentan con la aprobación social a fuerza de su reiteración y naturalización", defiende Valdés.

Según esta experta, psicóloga de profesión y con una maestría en su área, muchas diferencias y desigualdades al interior de las familias corren el riesgo de generar manifestaciones de violencia.

Otra especialista, la también psicóloga Mareléen Díaz Tenorio, del Grupo de Reflexión y Solidaridad "Oscar Arnulfo Romero" (OAR) [2], advierte que estas diferencias no son privativas de las relaciones entre hombres y mujeres, como a veces se suele generalizar.

"Están relacionadas también con las edades, las diferencias socioeconómicas, la posición desde donde se ejerce el poder en el medio familiar y muchos otros factores", agregó Díaz a SEMlac.

Violencia invisible contra mujeres invisibles

Justo una reflexión de base económica: conservar para la familia el mejor salario, estuvo en el origen de la ya mencionada decisión de Ada María Cuéllar de abandonar su trabajo remunerado. Pero un análisis más detenido de su historia ayuda a vislumbrar posibles causas ocultas.

Aunque su retribución monetaria mensual era, efectivamente, menor que la del esposo, las estimulaciones extra salariales que percibía bastante a menudo compensaban con creces esa diferencia.

Además, en su puesto laboral le garantizaban mensualmente productos de aseo personal y ropa que aliviaban significativamente la carga financiera doméstica.

En realidad, fue la presión familiar animada por intereses combinados del esposo y la hija quienes la llevaron a tomar la que hoy califica de "la peor decisión de su vida".

"Comprendí la realidad cuando falleció mi suegra dos años después y decidí volver a trabajar. Mi esposo trató de convencerme de que ya no valía la pena, pues se había acostumbrado, entre otras cosas, a venir a almorzar a la casa entre sesión y sesión laboral. Me costó el divorcio", detalló Cuéllar.

Tal actitud podría calificar muy bien entre las microviolencias descritas por el psicólogo argentino Luis Bonino como "pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder" por parte, generalmente, de los hombres.

Según el experto, que también lo llama micromachismos, "son hábiles artes de dominio", maniobras, no siempre conscientes, que restringen y violentan reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres. "Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad", afirma Bonino.

Especialistas en el tema como la doctora Clotilde Proveyer, socióloga de la Universidad de La Habana, consideran que estas agresiones sutiles son una forma de violencia psicológica muy común pero poco estudiada.

"Las víctimas de este tipo de maltrato, por desconocimiento, la mayoría de las veces no identifican que están siendo violentadas", ha explicado.

Proveyer, incluso, ha recomendado un estudio particular de las diversas manifestaciones de violencia que sufren las mujeres de la edad mediana por las graves consecuencias, a menudo ocultas tras otros males más visibles, que suelen ocasionar.

El panorama se agrava cuando al maltrato sutil y a las microviolencias se suma el cuidado de adultos mayores, pues esta labor provoca un altísimo nivel de desgaste físico y emocional.

Aunque poco estudiada, la violencia psicológica contra mujeres de la edad mediana es sin dudas frecuente, como puede inferirse de un estudio descriptivo realizado en el año 2010, en las áreas del capitalino Hospital Docente Ginecobstétrico de Guanabacoa.

Una encuesta anónima aplicada a 137 mujeres que asistieron a la consulta de climaterio de esa institución confirmó la presencia de violencia psicológica en el 67 por ciento de los casos, con consecuencias declaradas de frustración, pena y tristeza en todos los casos, precisa el artículo La violencia doméstica en la mujer de la edad mediana, del doctor Rodolfo Valentín Martínez Camilo.

Como relleno de un verdadero emparedado, las múltiples presiones psicológicas contra estas mujeres también pueden ejercerse desde el espacio público.

En las telenovelas, video clips y productos multimedia, el cuerpo femenino predominante sigue respondiendo a arquetipos prefabricados en la fábrica de la homogeneización cultural patriarcal, que generalmente corresponden a mujeres de apariencia joven, incluso cuando rozan los 50, cuerpos esculpidos y formas cuidadas; un molde difícil de alcanzar, ha reflexionado la doctora Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer.

Síntomas confusos, maltrato oculto

Uno de los supuestos "males" que enmascara la violencia en estas edades es el temido y poco estudiado climaterio, período de la vida comprendido entre la madurez sexual completa y la pérdida total de las funciones ováricas, según definiciones científicas.
A Cuéllar se le presentaron los primeros síntomas a pocos meses de empezar a cuidar a su suegra "a tiempo completo".

"Tenía dolores de cabeza y en las piernas, perdía la paciencia con frecuencia y le gritaba a todo el mundo, para luego echarme a llorar. Mi menstruación era inestable y, a menudo, estaba noches enteras sin dormir", recordó para SEMlac.

Siguiendo el consejo de una amiga, acudió a una consulta de climaterio. Tras una larga entrevista y varias pruebas, el médico comprobó que, efectivamente, estaba experimentando síntomas vinculados con esa etapa de la vida, pero precisó que la mayoría de sus malestares tenían que ver con una hipertensión no diagnosticada y las sobrecargas cotidianas.

La doctora Artiles confirmó a SEMlac que más del 70 por ciento de las mujeres que acuden a su consulta de climaterio presentan malestares vinculados más con las tareas culturales asignadas y asumidas socialmente en la vida cotidiana, que con los ajustes biológicos propios de esta etapa.

Para esta experta, además de la violencia psicológica, dentro de las amenazas domésticas para las mujeres de estas edades no se pueden omitir las consecuencias de otras formas de violencia manifestadas a partir de daños físicos, lesiones o discapacidades permanentes, embarazos no deseados, así como miedo, ansiedad, depresión, problemas alimentarios y disfunciones sexuales.

En coincidencia con Proveyer, Artiles coincide en la necesidad de estudios específicos sobre las problemáticas de las mujeres de la edad mediana para afinar "la labor de las instituciones de salud", pero sobre todo para poder encaminar políticas de atención integrales que involucren a todos los espacios de la sociedad.

[1] Oxfam: agrupación de 14 organizaciones internacionales no gubernamentales que buscan potenciar el desarrollo

[2] Grupo de Reflexión y Solidaridad "Oscar Arnulfo Romero" (OAR): grupo de inspiración cristiana que trabaja en comunidades de toda la isla desde hace más de 25 años promoviendo la no violencia, en especial la de género, la participación ciudadana y una cultura de paz.

Fuente: SEMlac Cuba 29/8/2012
http://www.redsemlac-cuba.net/Violencia/climaterio-ila-edad-de-la-violencia.html