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Ancianidad prohibida

Viernes, 08 de Febrero de 2013
Recortes de prensa

“Un país en crisis económica no puede mantener una población envejecida que significa una carga para el sistema social”.

Esa fueron las declaraciones que hizo recientemente el ministro japonés de Finanzas y ex premier nipón, Taro Aso durante una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Social. El funcionario dijo que las personas mayores "deben darse prisa y morir" para aliviar los gastos del Estado en su atención médica.

Aso agregó que "el problema no se resolverá a menos que les dejemos que se mueran rápido”. Como era de esperarse, sus altisonantes palabras causaron alboroto en un país con una de las tasas de vejez más altas del planeta, pues en Japón hay más de 31 millones de ancianos y el 25% de la gente tiene más de 60 años.

El funcionario intentó luego disminuir el alcance de sus dichos. A horas de pronunciarse, el titular admitió que la frase fue "inadecuada". Pero esta no es la primera vez que Aso enciende el debate fijando su posición sobre el deber del Estado para con la población anciana. En 2008 afirmó: “¿Por qué tengo que pagar un impuesto por las personas que sólo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo?”. Aso es un político controvertido en Japón. Emparentado con la realeza nipona, aparte de haber llamado “nazi” a un partido de la oposición y de sus conocidas salidas nocturnas de las que él se jacta y que no son tan bien vistas entre sus conciudadanos, sus ataques a la que se da en llamar “tercera edad” no los realiza por primera vez. En otra ocasión declaró que los ancianos eran un grupo de “imbéciles”. Lo más llamativo es que Aso tiene 72 años de edad.

Aunque nadie ha utilizado brutales expresiones como las del ministro japonés, hay preocupación en el mundo por el envejecimiento poblacional y la ruptura del Estado de Bienestar que está derivando en el final del Estado de Solidaridad.

Las cifras crecen en el mundo. Más del 16% de la población está formado por ancianos. En 1950 había un total de 200 millones de personas mayores de 60 años; en 1970 alcanzó la cifra de 307 y en el año 2000 ya eran casi 580 millones. Es decir, el número de ancianos en el mundo ha aumentado en un 90% en 50 años mientras que la población lo ha hecho en un 70%.

Según previsiones de la ONU, la población mundial crecerá desorbitadamente en los próximos años (y con ella el número de ancianos), hasta el año 2200, fecha en que dejaría de aumentar o se produciría un relativo estancamiento.

Teniendo presentes estos datos podemos decir que vivimos en sociedades cada vez más "envejecidas".

Si ahondamos un poco en las causas que han favorecido esta transformación social, podemos señalar el aumento de la esperanza de vida. Gracias a los progresos de los últimos años (avances médicos, tecnológicos, económicos, mejor higiene, mejor alimentación) se vive más tiempo y con mejor calidad de vida. A esta situación hay que sumar la disminución de las tasas de natalidad en los países desarrollados. De continuar así cada vez habrá menos niños y jóvenes y más mayores.

Que quienes trabajaron toda su vida pasen a la categoría de enemigos de la estabilidad económica, es muy grave para la condición humana. También lo es que quienes llegan al final de su vida como trabajadores activos descubran que les cambian las condiciones socioeconómicas, y resultan un lastre para la sociedad a cuyo sustento contribuyeron a lo largo de su vida.

La realidad indica que los humanos viven más tiempo y eso tiene un costo ¿Acaso la solución es el abandono? Las máquinas que ya no sirven más se tiran y son reemplazadas. Pero ¿Que se hace con un ser humano?

Nos encontramos ante una realidad histórica sin precedentes, un reto que nunca antes se nos había planteado. El envejecimiento poblacional es un fenómeno que implica una porción creciente de personas mayores y un descenso generalizado de la población. Pero esto no es un desastre a punto de suceder, de hecho nos está ofreciendo nuevas oportunidades de encontrar caminos para continuar viviendo juntos y prosperar. El envejecimiento de la población puede suponer un desastre o una oportunidad, dependiendo de cómo las sociedades en proceso de envejecimiento se preparen para ello. Algo diametralmente opuesto a la brutal, inhumana y expeditiva “solución” que propone el ministro japonés de Finanzas, de quien no nos sorprendería que en algún momento proponga lisa y llanamente la eutanasia.

Lorenzo Sartori
Diario Jornada On Line, Mendoza, Argentina - 29/1/2013
http://www.jornadaonline.com/Lorenzo Sartori/93601