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Bolivia. Migración y desigualdades, los adultos mayores que quedan

Martes, 17 de Marzo de 2015
Recortes de prensa

“He llorado porque yo nunca he pensado separarme de mis hijos, nunca, yo he pensado estar toda la vida hasta que me muera con mis hijos, pero he llorado yo, hasta ahora yo sigo llorando al recordarme”, es la confesión de una mujer de 62 años sobre la migración de sus vástagos.

Esa es una de las declaraciones recogidas en la investigación cualitativa realizada por la catedrática eslovena italiana de la Universidad de Manchester, Inglaterra, Tanja Bastia, sobre lo que les sucede a los adultos mayores que quedan cuando los hijos emigran a distintas latitudes del planeta.

Resultados

Los resultados preliminares se presentaron en el conversatorio que de manera mensual realiza la comunidad de estudios Jaina, Organización No Gubernamental dedicada al estudio de temas económicos y sociales con el apoyo y coordinación de la Fundación Rosa Luxemburg.

“Lo que me llamó la atención, es que hay muchos trabajos sobre lo que pasa con los niños cuando los padres emigran pero hay muy pocos trabajos sobre lo que pasa con los papas de los migrantes”, explicó la investigadora.

Agregó que la mayoría de los migrantes tiene hijos, pero todos tiene un padre que se queda, la mayoría de las veces en el país de origen, entonces la motivación es intentar entender un poco más la problemática de los adultos mayores, ver qué pasa cuando los hijos emigran, el lado emocional sobre cómo viven la separación y el objetivo es sensibilizar esta problemática porque hay adultos mayores que se quedan en situaciones de vulnerabilidad.

La investigación empezó en 2013 con entrevistas realizadas en Cochabamba a personas de más de 60 años y que tenían hijos en el exterior y actualmente las entrevistas se expanden a Tarija y Santa Cruz. Esta segunda fase está financiada por la British Academy – Leverhulme Trust y con la colaboración de Jaina.

Según sus primeros resultados, en Cochabamba y Tarija existen experiencias tanto positivas como negativas de la migración de los hijos. Si bien, en términos de género existe una mayor propensión a expresar opiniones positivas entre los hombres, en zonas rurales se encontró que la ausencia de los hijos es vivida de manera negativa.

En el caso de los adultos mayores que tienen hijos en la Argentina, la migración es una estrategia de sobrevivencia porque las y los entrevistados en zonas rurales carecían de ingresos regulares, salvo la Renta Dignidad y tenían dificultades en mantener su producción agrícola por la ausencia de la generación más joven.

En Tarija esto era evidente entre los adultos mayores quienes indicaron dificultades en mantener no sólo la producción de sus hogares, sino también la integridad de sus tierras. A varios entrevistados les habían robado animales o tenían dificultades en proteger sus tierras de la incursión de otros para pastar animales.

Otro resultado fue que los entrevistados en zonas rurales en Tarija no recibían remesas regularmente de sus hijos en el exterior. Los hijos los visitaban una vez al año por la cercanía de los destinos a los que se habían ido sus hijos y les traían comida ropa u otros bienes necesarios para sus padres ya mayores.

Sin embargo, los entrevistados tenían que seguir trabajando sus tierras ya que dependían de ello para poder vender sus productos en el mercado y con las ganancias pagar a trabajadores que les ayudan a laborar la tierra. La migración les había privado de la ayuda que hubiesen tenido y como es común en otras partes de Bolivia, los adultos mayores tenían que seguir trabajando para poder sostenerse.

Todos los entrevistados en zonas rurales de Tarija seguían siendo económicamente activos, lo que no siempre en el caso de los que vivían en la ciudad.

Los entrevistados también identificaron carencias en el servicio de salud al que podían acceder. Por el hecho de que sus hijos estaban en le exterior tenían que asistir al hospital o a la clínica solos.

Entre las conclusiones preliminares a las que Bastia arribó es que en las zonas rurales de Tarija la migración está creando nuevas vulnerabilidades. Todos y todas las entrevistadas comparten la experiencia de vivir la soledad y las dificultades emocionales que van junto con el vivir separados, muchas veces por largo tiempo, de sus seres queridos.

La migración implica la pérdida de la proximidad y el compartir la cotidianeidad y familiaridad, desde la celebración de un cumpleaños o simplemente el compartir una comida los fines de semana. Algunos entrevistados viven de sobremanera la imposibilidad de asistir a sus hijas con el nacimiento de sus nietos o han perdido visitas que les hubiera gustado tener o hacer.

Algunas declaraciones de los adultos mayores
“Yo estaba desmoralizado totalmente porque dije pues ¿por qué te vas a ir? Quédate y él pues se animó a irse” (hombre, 72 años, zona rural)
¿Cómo fue el día que su hija se ha ido? “Triste, triste… es como si yo hubiese partido, algo de mi parte, muy triste, porque nunca me separé de mis hijos, a pesar de que yo tuve problemas con su papá jamás me separé de mis hijos, siempre salí adelante con ellos…” (mujer, 60 años, zona rural, su única hija ha emigrado).
¿Cómo se ha sentido cuando se han ido sus hijos? “Deshecha, porque casi siempre habíamos vivido juntos, si juntos hemos vivido, nunca nos separábamos ninguno, pero al paso que se iban casando, que ya se iban alejando, teniendo hogares distintos, y entonces sería nuestra vida.” (mujer, zona rural, 69 años).

por ROBERTO PATIÑO / EL PAÍS EN
Lunes, 09 Marzo 2015.

http://www.elpaisonline.com/index.php/2013-01-15-14-16-26/cultura/item/162338-migracion-y-desigualdades-los-adultos-mayores-que-quedan