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Residencia y Familia

Jueves, 31 de Agosto de 2006
Envejecimiento y vejez


Ponencia presentada por Salvador M. Pellicer Casanova -Religioso Camilo- Presidente de LARES Nacional, de España, en el Congreso de Mayores - V Encuentro Mundial de Familias.  Valencia, Julio 2006.


INTRODUCCIÓN

"Senectus insanabilis morbus est"?

"La ancianidad es una enfermedad incurable.

La única forma de sobrevivir es envejecer. Existen dos posibilidades en la vida: o se muere uno de joven o se muere uno de viejo. Sin ninguna suerte de duda: la  alternativa a no envejecer es el certificado de defunción.

Todos conocemos personas de edad avanzada con vigor físico y gran agilidad mental. Todos conocemos asimismo personas que suman muchos años, cuyo apoyo fisiológico está muy deteriorado y cuya mente es lúcida y activa. Y todos tratamos, también, con ancianos que físicamente no presentan patología alguna, sin embargo su mente ha dejado de estar conectada con la realidad. Y ninguno de nosotros es ajeno al hecho de haber contactado con seres humanos física y mentalmente muy desgastados por el paso de los años.

Posiblemente tenemos que afirmar que, en el grupo de quienes han alcanzado una edad avanzada, son muchos los que viven una vejez crepuscular, necesitados de la ayuda de otras personas para continuar ellos mismos siendo personas.

Junto a todo ello percibimos, en nuestra sociedad de principios de siglo, un cambio que afecta de manera insoslayable al papel de los ancianos en el entramado social. El proceso de deterioro del lugar privilegiado que el anciano ocupaba en las diferentes capas sociales es un hecho constatado. Son al menos  cuatro los factores que han influido con fuerza para introducir esta nueva situación:

·    El avance vertiginoso de las técnicas de producción.  El anciano ya no es maestro.
·    El alargamiento de la esperanza de vida y la reducción de la natalidad han producido un incremento del número de personas de edad avanzada en las sociedades desarrolladas.
·    Estamos inmersos en una sociedad de rentabilidad de mercado y sólo lo que produce y es utilitarista cuenta y es apreciado.
·    El paso de la familia patriarcal-extensa a la familia nuclear-reducida.

El somero enunciado de estos cuatro factores nos hace percatarnos de que es urgente una especial atención hacia las personas mayores. Ya que el envejecimiento puede ser un proceso de progresiva pérdida de autonomía en las cinco dimensiones o vertientes donde el ser humano se realiza como tal:

·    Autonomía funcional: Uno mismo se vale físicamente.
·    Autonomía mental: Uno mismo posee memoria y adquiere nuevos aprendizajes.
·    Autonomía psicológica: Uno discierne y rige su vida.
·    Autonomía social: Uno mismo mantiene la plena integración social.
·    Autonomía espiritual: Uno mismo ejercita libremente los valores y/o la religión.

Y si estas cinco áreas del ser humano no son mantenidas y acrecentadas en el anciano, habremos propiciado su exclusión del concierto de la vida.


I - UNA SOCIEDAD EN CAMBIO

1. ALERTA PERMANENTE

Entre los múltiples cambios que se están produciendo en la sociedad destaca el que afecta al papel de los ancianos en la sociedad. Al largo proceso de deterioro del lugar privilegiado que el anciano ocupaba en determinadas capas sociales, se suma el alargamiento de la esperanza de vida.

El envejecimiento es un proceso de progresiva pérdida de la autonomía de una persona y que, por tanto, se produce una necesidad creciente de prestación de ayudas para conseguir que los ancianos puedan continuar valiéndose por sí mismos. En los casos en que no se producen estas ayudas, ya sean económicas, médicas, sociales o humanas, el deterioro de las condiciones de vida cae rápidamente a cotas de marginación.

Los datos que se poseen señalan que la proporción de pobres entre el colectivo de gente anciana es casi el doble que la que se da en el resto de los grupos sociales.

2. DE LA FAMILIA PATRIARCAL A LA FAMILIA NUCLEAR

El paso de la familia tradicional extensa-patriarcal a la familia nuclear, ha provocado importantes cambios en las relaciones parentales y en las relaciones intergeneracionales, dentro de la misma familia.

Las relaciones parentales son cada vez más reducidas en todos y cada uno de los procesos que configuran la sociedad. La jerarquización tradicional de la familia mediterránea, de fuerte raigambre patriarcal, viene cuestionándose por las nuevas generaciones de una manera muy fuerte, pues éstas desarrollan sus relaciones, cada vez con más insistencia, fuera del marco familiar.

En este contexto familiar podemos señalar:

·    La familia nuclear, que habita pisos reducidos en las grandes ciudades, tiene problemas para tomar a su cargo a los abuelos cuando éstos necesitan ayuda.
·    Los ancianos que viven solos en pequeñas poblaciones, porque toda su familia emigró a la ciudad, a quienes se les aumentan los problemas cuando no pueden valerse por sí mismos.
·    Los ancianos con limitaciones, deterioros y patologías, que van en aumento con el paso de los años y necesitan cuidados especiales y diferenciados que no pueden recibir en su casa.
·    La incorporación creciente de la mujer al mercado del trabajo significa asimismo un nuevo impedimento para prestar atención a los ancianos dentro de la familia.

Las dificultades materiales, una mayor autonomía de las personas frente a las relaciones familiares, unas necesidades de cuidados más específicos…han modificado la concepción tradicional de la familia como unidad social de atención a los ancianos. Así pues, las familias tienen dificultades crecientes para seguir ejerciendo aquellas funciones tradicionales de atención y dedicación.

II - CONCEPTO SOBRE LA ANCIANIDAD

1. UNA ETAPA DE LA VIDA

La ancianidad es y será, cada vez más, un estadio normal de la existencia humana y de la organización social de la vida. En estos momentos, no se trata ya sólo de  vivir más, sino de vivir  mejor la ancianidad.

El  problema del envejecimiento que hasta hace unos años era cuantitativo, hoy más que nunca en la historia del ser humano pasa a ser cualitativo. El reto específico actual, en todos los países del mundo y más en los desarrollados, no es ya alargar  la vida, sino ensancharla, añadiendo sentido a la existencia.

En estos momentos corremos el riesgo de que uno de los sueños que la humanidad acarició durante siglos: prolongar los años de la existencia, se convierta en una pesadilla. Por lo pesado que puede llegar a considerar una sociedad, basada en parámetros hedonistas, el ocuparse de los débiles, indefensos y vulnerables. Ya que al propiciar y alargar la vida de los que podían haber fallecido al envejecer o enfermar, se debe adoptar el talante y la virtud del compartir y solidarizarse. Existe una gran diferencia entre un sueño y una pesadilla, por ello en la sociedad se debe propiciar la posibilidad de soñar... Los ancianos no se pueden convertir en un peso.

Se puede afirmar que hoy en día seguimos clasificando la ancianidad como un tiempo de paso; pero ya ha llegado el momento de que empecemos a comprender y aceptar  que no es tiempo de paso, es una etapa de la vida humana. Y como todas las etapas humanas,  tiene una dimensión existencial, que modifica la relación del individuo con el tiempo, espacio, cosas, trabajo, afectos y personas. Es una forma existencial de ser y estar en la vida. Si no se adquiere este concepto se seguirá pensando en dar servicios mínimos a los ancianos; hasta que pasen.

2. UNA CULTURA DE LA VIDA

La cultura de nuestro tiempo no desea confrontarse, si no es con ciertas reticencias, con la ancianidad. La sociedad tabuiza y exorciza, de mil y una maneras, la ancianidad. Hasta la llama tercera edad, como si hubiera edades de tercera categoría, La disfunción vital del anciano es signo patente del fracaso de toda una cultura. Es urgente una cultura humanista cristiana, impregnada de una amplia acogida hacia los que suman tantos años.

Es imprescindible empaparse y proclamar una cultura de la vida; preocuparse por escuchar pacientemente al anciano y entrar en contacto con su corazón, sin prejuicios ni idealismos.

Solamente una visión antropológicamente globalizante, que incluya todo el mosaico de los valores humanos, que analice los comportamientos y se dote de los oportunos conocimientos para resolver el nudo de la identidad y función de los ancianos, puede hacer que se viva una ancianidad digna.


III - DESAFÍOS INELUDIBLES

1. RETOS PARA LA HUMANIZACION

Como venimos diciendo una de las nuevas realidades de nuestro tiempo está representada por el envejecimiento de la población, tanto más acentuada cuanto más participa el hombre del progreso económico, social, cultural y sanitario. A pesar del progreso económico la situación de las personas mayores no por ello es más satisfactoria.

Hablamos de bienestar y nos olvidamos de que el auténtico bienestar pasa a través de la recuperación del sentido de la existencia para toda persona, en todas sus edades. La ancianidad no es una masa, y existe el riego de convertirla en tal.

No es ninguna exageración afirmar que el anciano no siempre está recibiendo de los demás la ayuda necesaria para vivir como persona humana. El proyecto de ser hombre en plenitud a una determinada edad está en peligro para ellos.

Nos encontramos ante una misión improrrogable: conseguir una verdadera ancianidad que pueda disponer de relaciones personales significativas, ricas en empatía y amor. La verdadera y fundamental necesidad del anciano es la de ser reconocido como persona digna de sí misma. Urge una respuesta evangélica de humanización.

Por tanto, no puede quedar en el olvido ninguna de las dimensiones del ser humano a la hora de realizar un acompañamiento correcto de los ancianos. Es preciso tener en cuenta todas las dimensiones de la persona, para que siga completando su historia biográfica personal. Es preciso, pues, dar una respuesta holística, integral, global, sin parcelaciones destructivas.

Pero ante todo una advertencia, no nos equivoquemos: lo que sí es cierto es que no podemos ni debemos intentar retornos imposibles al pasado, cuando el anciano mantenía sólidas posiciones sociales. Al igual que hay que eliminar los mitos anti-viejo, hay que eliminar también los mitos idealizados sobre la ancianidad de antaño. El anciano es hoy distinto y cada vez lo va a ser más. Los tiempos y las circunstancias son también distintos y siempre cambiantes.

Ciertamente nada de retornos imposibles, pero sí podemos corregir nuestros errores actuales. Tenemos que luchar por conseguir que el anciano recobre su lugar físico, temporal y su función vital. No como los que tenía antes, pero sí los que le corresponden en su dignidad de persona, los cuales nunca le deberán ser sustraídos. Este es el auténtico reto humanizador al que tienen que tender todas nuestras perspectivas de ayuda y servicio.

2. ACERCAMIENTO HUMANO

Nos estamos introduciendo, cada vez más, en la necesidad de tomar conciencia de cómo hay que saber ser con los ancianos. Esto supone conocer de modo concreto y específico su propia realidad y reflexionar sobre cómo debemos caminar junto a ellos.

Si se desea ser Buena Noticia  -Evangelio- para los ancianos y servirles en la globalidad de su ser, con el fin de brindarles vida en calidad y salud-salvación en intensidad, es preciso detectar qué piden los ancianos para ser atendidos íntegramente, qué factores están influyendo en ellos y qué necesidades presentan; para desde tal conocimiento hacerles sujetos de su propio crecimiento.

Cada anciano llega a esta etapa de la vida con su propia caracteología, pero existen unas connotaciones específicas que, aunque no todas se dan en todos por igual ni de la misma manera, son fundamentales en un acercamiento adecuado que no quiera ser maleficente.


3. LAS NECESIDADES

Hay detectar las necesidades de los ancianos. Antes de enumerar unas cuantas, que considero fundamentales, hay que afirmar que existe una a la cual le daría el calificativo de principio fundamental: la de considerar al anciano como un sujeto y respetarlo como tal; todas las demás se van a fundamentar en ésta. El tener presente dicha premisa evitará que lo tratemos como un objeto a manejar o al que hay que amoldar según las necesidades del que se acerca a él, por muy nobles que sean los motivos de intervención.

Sabiendo que es fundamental acoger los sentimientos que está experimentando y estando presente la necesidad fundamental del anciano que es la de ser respetado como persona en la globalidad de su ser, podemos enumerar la siguientes necesidades:

·    Necesidades fisiológicas: De ellas emerge el estado anímico de los ancianos. Es preciso estar atentos porque muchas veces dependen de nosotros para alcanzarlas. Comer, dormir, estar higienizados, estar cuidados va a producir en ellos un estado de bienestar y de paz; cuando no pueden conjugar todos estos verbos su desasosiego va a ser manifiesto.
·    Necesidad de seguridad: La satisfacen el orden, el dominio de las referencias espacio-temporales, la estabilidad. Necesitan estar seguros de que no serán abandonados, de que serán atendidos con dignidad, de que se escucharán sus deseos y de que hay unas estructuras materiales que les cobijan.
·    Necesidad de amor y pertenencia: Que es saciada facilitando y manteniendo las relaciones afectivas con la familia y las amistades que se poseen, así como favoreciendo la creación de nuevas relaciones afectivas y de camaradería con otras personas.
·    Necesidad de consideración y estima: Cuya satisfacción se logra manteniendo el respeto y la influencia, dejándoles expresar qué tipo de ayuda necesitan, recordando junto a ellos los momentos fuertes de su vida y las características suyas que más hemos apreciado.
·    Necesidad de autorrealización: Se trata de afirmar el crecimiento, de comprender que porque alguien están jubilado no está acabado, que la tarea de hacerse persona no finaliza hasta que no llega el momento de la última pérdida, la muerte.  
·    Necesidad de un Dios entrañable: Después de haber perdido tanto, los ancianos que son creyentes necesitan poner su confianza en un Dios que es su roca y su refugio. Asentar su fe en el Dios del Salmo 71: "Ahora en la vejez y las canas no me abandones Señor".

Ante unas personas con todas estas características, nosotros vamos a ser quienes les podamos brindar más y más la cercanía de ese Dios Padre-Madre que no les va a fallar cuando tantas personas, esperanzas y cosas les han fallado y abandonado. Su fe es una fe enraizada en el pasado con una fuerte carga de futuro, se han caído muchos elementos de la vida, han aprendido a relativizar y ponen sus ojos más fácilmente en lo esencial. Se han inclinado a mirar el más allá. Y en el más acá deben encontrar la certeza y la garantía de que no se les falla; por eso, toda iniciativa que se emprenda debe ser un signo, un sacramento, un encuentro con el Señor; una Buena Noticia, una evangelización verificada con los gestos de la diaconía.

IV - RESPONSABILIDAD PARA CON LOS ANCIANOS

1. CIUDADANOS DE DERECHO

Cada sociedad tiene los ancianos que se merece y como se los merecen. La historia lo demuestra claramente. Cada tipo de organización socio-económica y cultural es responsable del papel, imagen y estado general de los ancianos.

El anciano es ciudadano de pleno derecho, no lo es de tercera clase. No es ningún menor de edad, aunque no organiza manifestaciones para reivindicar sus justos derechos.

Los ancianos de hoy han sido los agentes del desarrollo y bienestar que gozamos. Es de estricta justicia que la sociedad les ofrezca y garantice los servicios pertinentes para su plena dignidad. Las obligaciones de la sociedad para con ellos se centran en el apoyo a la institución familiar, siempre insustituible, fomentar una cultura de aceptación de la ancianidad y dotar de economía, viviendas y residencias adecuadas a los mayores.

2. RESIDENCIAS Y CENTROS GERIÁTRICOS

Todos afirmamos continuamente el valor terapéutico de los ambientes hogareños y cuando se discuten los planes de un nuevo centro dicen invariablemente: "Que se parezca lo más posible a un hogar". Y hogar, en el sentido más genuino de la palabra significa: calor, amor, ternura, contacto social, espacio vital.

Por tanto, el lugar ideal del anciano es su familia, dejando las residencias sólo como solución para aquellos supuestos en que sea totalmente imposible la atención en del anciano en el núcleo familiar. A la hora de pensar en las residencias nunca olvidaré que la mayor necesidad del ser humano es ser él mismo en contacto con su familia, con la sociedad y con los intereses específicos de cada persona. En consecuencia, las residencias no son la solución general y ordinaria de la sociedad frente a los ancianos. Son soluciones particulares y específicas para situaciones individuales de grave necesidad. En estos casos la residencia se concibe como el nuevo hogar que el individuo no ha podido tener; con lo cual el cambio ha sido para mejor.

3. QUÉ PEDIR A LAS RESIDENCIAS

A las residencias es de rigor exigirles que estén concebidas marcándose unos objetivos que tengan en cuenta los siguientes criterios significativos:

·    Que acojan a las personas con graves carencias sociales, familiares y    económicas.
·    Que se practique una "ética de máximos".
·    Que estén integradas en el entorno; no deben ser reservas de viejos.
·    Que se respete en ellas la psicología propia del anciano, evitando infantilizarlo o abrumarlo con exigencias duras.
·    Que se procure el equilibrio entre institución y creatividad personal.
·    Que se cuestione de vez en cuando la filosofía asistencial para responder a un  servicio plenamente humanizador y no ideologizante.
·    Que se favorezca el respeto absoluto a las creencias religiosas y su práctica, así como las ideas filosóficas y políticas.
·    Que se promueva el voluntariado, como medio de estímulo.
·    Que se ofrezca un gran respeto a la verdad, sin ocultamientos hipócritas del hecho de la muerte.
·    Que se favorezcan encuentros con los ancianos para mentalizarles a:
-    Permanecer autónomos el mayor tiempo posible.
-    Practicar serios principios de higiene física y mental.
-    Permanecer activos y útiles todo el tiempo posible.
-    Desarrollar sus posibilidades como individuos.
-    Conservar y valorar los contactos con la familia, los amigos y vecinos.
-    Tratar de ayudar a otros.
-    Adaptarse a las circunstancias.


- IV - EVANGELIZACIÓN ESPECÍFICA

EVANGELIZACIÓN DE, CON, PARA Y DESDE LOS ANCIANOS

Aún frente a una vejez con múltiples patologías sumadas, los agentes evangelizadores deben propiciar la vivencia de dicha etapa sanamente, saludablemente, salvíficamente. La fe es fuente de salud, para quien cree. Aunque sea desde unos sanadores que también se saben heridos. Condición ésta que acompaña a todo ser humano. Pues nadie es un superhombre o una supermujer.

Así pues, la Iglesia, experta en humanidad, siente resonar en su corazón "los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren".  Es así como la Iglesia debe tener presente la actuación del Señor Jesús que se movió continuamente en el submundo de la pobreza y la marginación. Se puede decir de Él que tenía un inédito interés por lo perdido, que siempre tendía hacia abajo, que se dirigía preferentemente a los no-hombres, que mostraba una especial predilección por lo débil, por lo que no es capaz de valerse por sí mismo y con ello se identificó: "Lo que hiciereis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo habéis hecho" .  Esta serie de datos son los que tenemos que retener, pues nos conducen a sacar una serie de consecuencias.

Si se quiere ser experto en humanidad y de ese modo realizar el acompañamiento adecuado a los ancianos, es preciso unir a la competencia profesional el latido del corazón que detecta las soledades de quienes se consideran, y son considerados por muchos, como no útiles porque no producen ya, financieramente hablando. Esta serie de datos son los que tenemos que retener, pues nos conducen a sacar una serie de consecuencias.

Además, a Jesús de Nazaret no le mueve ningún interés lucrativo ni político, actúa por un amor entrañable, no disimula su pasión liberadora, no cesa de mentalizar a los suyos para hacerlos buenos samaritanos, cura íntegramente, sana, libera, reintegra, actúa con dimensión profética y denuncia.

Dentro de la acción caritativo-social nos tenemos que preguntar si los ancianos cuentan para algo, si hay una evangelización de, con para y desde los ancianos; si son considerados sujetos activos de la evangelización, para recibirla y para darla.
    
Es preciso hacer un planteamiento serio si queremos saber ser un apoyo humanizador y evangelizador de la ancianidad. La Iglesia tiene en sus manos las siguientes posibilidades:

·    Dialogar con el anciano: Darle acogida incondicional y respeto dentro de la sociedad y de la comunidad creyente; acercarlo a la comunidad y acercarle la comunidad. Escuchando y detectando sus necesidades; pero ello es preciso estar atentos y atender a sus mensajes, tanto los manifestados claramente como los insinuados con actitudes y medias palabras.  Ofreciéndole la propuesta que el Señor siempre hace a quien necesitado se le acerca: "¿Qué quieres que haga por ti?" . 

·    No aniñar al anciano: Infandilizándolo al no respetarle su protagonismo como pleno sujeto eclesial, artífice de su historia personal aún no concluida. Aunque muchos consideren que le resta poco tiempo, es toda una vida por delante lo que tiene, de la cual él es el protagonista; los demás son meros acompañantes.

·    Restituirle su función en la asamblea: Considerándolo como maestro en sabiduría y prudencia, como modelo de aceptación y superación de dificultades, como cauce de unión intergeneracional y evocación de la tradición, como ejemplo vivo de fidelidad al Señor y de transmisión de la fe. Muchos de nosotros aprendimos nuestras primeras oraciones de boca de nuestras abuelas.

·    Desbaratar el tabú de la vejez y la muerte: Con gran naturalidad, afrontar el silencio que la sociedad ha impuesto ante estos dos aspectos que son parte de la vida misma, y presentar ambas realidades enmarcadas en la esperanza de los valores transcendentes, que tantos de ellos manifiestan y en los cuales se sostienen.

·    Superar el mito "juvenalista": Del que está impregnado todo nuestro entorno y que tanta desorientación produce al escatimar que se acoja la existencia con todo su rigor. Para ello es necesario profundizar en el sentido de la existencia humana, que va más allá de ciertas bellezas impuestas.

·    Superar la actitud sacramentalista: Fomentando y presentando la realidad misionera-evangelizadora-celebrativa que posee todo bautizado. Y no considerando al anciano como simple receptor de sacramentos, sino estimulando en él su capacidad de ofrecer los contenidos de los mismos a todos aquéllos con los que se relaciona.

·    Sensibilizar a la comunidad ante la justicia social: Con el fin de superar los aspectos exclusivamente plañideros y trabajar por el cambio de estructuras que lleven a evitar las causas de las marginaciones, que en algunas cisrunstancias soportan determinados ancianos.

·    Influir en la formación de la opinión pública: Haciendo que tome conciencia de la urgencia de romper el cerco de la marginación que está amenazando a las persona mayores en nuestras sociedades.

·    Ser conciencia profética: Anunciando, a través del testimonio de actuación con los ancianos, en qué consiste una intervención global y humanizadora; y denunciando toda acción u omisión que los relegue a segundo término. Convirtiéndose de ese modo en voz intermediaria de los que no tienen voz ni palabra en tantos foros.

·    Tomar conciencia del riesgo de quedarse sin...: En nuestro entramado social muchas son las familias que:

o    Se están quedando sin abuelos, porque se afirma que no tienen nada que decir, privando a los nietos de una gran riqueza.

o    Nuestra sociedad está corriendo el riesgo de quedarse sin sabios, en muchas cátedras, porque se dice que no tienen nada que aportar ante las nuevas técnicas.

o    Y la Iglesia corre el peligro de quedarse sin patriarcas, que den testimonio de la fe y la fidelidad, pues ellos pasan la antorcha de generación en generación y son transmisores de los valores.

·    Evangelización planificada: La Iglesia, en determinadas ocasiones, piensa: "éstos ya están seguros"; y cree, o al menos actúa como si lo creyera, que no necesitan crecer, que ya acuden a nuestras novenas y celebraciones. Esto lleva a realizar con ellos una evangelización de servicios mínimos, de simple mantenimiento, negándoles la capacidad de caminar en la fe y despreciando el tesoro acumulado durante cientos de experiencias del Señor en sus vidas.

CONCLUSION

Dice un proverbio japonés que: "Una ancianidad satisfecha es signo de la cultura de un pueblo".

Se echa de ver que lo más importante no se ha logrado todavía. El anciano no es sólo un usuario. Es, sobre todo, una persona que envejece, que vive envejeciendo, que envejece viviendo. Hay que pensar, sí, en pensiones dignas, viviendas adecuadas, medidas sanitarias oportunas y en un largo etcétera de cuestiones, pero sin olvidar fomentar el gusto por la vida y el sentirse útil, respetado y amado; en estimular las relaciones amistosas y cordiales para evitar la soledad, miseria en el corazón del anciano; en producir contactos intergeneracionales para que el joven sea aceptado por la persona mayor y que aquél conozca el valor y dignidad del anciano, y aprenda a estimarlo; en nacer, vivir y morir en el seno de la familia, pues ésta, como lugar para la intimidad, es la mejor resistencia contra el proceso de despersonalización que se desarrolla en nuestra sociedad; en cuanto no sea posible la propuesta anterior, hacer de la residencia, del centro geriátrico un "hogar".

Hay que conseguir que la ancianidad no se conciba como una etapa de paso, sino como un periodo existencial. No se trata simplemente de que se ha perdido la juventud, sino de una nueva manera de vida en una nueva situación con una nueva tarea: realizar la cabalidad de la persona. Será un fracaso si seguimos constatando que nuestros ancianos se siguen limitando a "dejarse vivir". Que nadie evada su responsabilidad, ni el anciano, ni la familia, ni la sociedad, ni los poderes públicos, ni la Iglesia.

Si es cierto que se envejece como se ha vivido y se es cuidado como se ha cuidado, confiemos, siempre con la entrañable ayuda del Padre, que al luchar para que nuestros ancianos den más vida a sus años y más años a su vida, nosotros hayamos aprendido a envejecer y hayamos enseñado a los más jóvenes a respetar, amar, estimar y "mirar de frente " a la vejez, es decir, a cada hermano anciano.


Salvador M. Pellicer Casanova
-Religioso Camilo-
Presidente de LARES Nacional

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Notas
  Cf. CICERÓN. "De Senectute".
  Concilio Vaticano II. "Gaudium et Spes, 1.
  Mt. 25, 40.
  Mc. 10, 51.