Cuidado de sí y transcurso de la vida

Martes, 11 de Marzo de 2014

Canal: Envejecimiento y vejez

Por Silvio Aristizábal Giraldo.

La preocupación por el cuidado de sí, fue una característica de griegos y romanos. En las sociedades actuales también existen inquietudes a este respecto, pero con enfoques diferentes. Reflexionar sobre la preocupación de los antiguos en este asunto puede sernos de utilidad en la perspectiva de construir una sociedad de sujetos libres, comprometidos con los otros y con el entorno.

El pensador francés Michel Foucault, en sus investigaciones sobres las antiguas culturas griega y romana, encontró que en ellas el cuidado de sí, que abarcaba el transcurso de la vida, implicaba, de una parte, el conocimiento de sí mismo: un conocimiento que iba del exterior al interior y llevaba al individuo a examinar con atención lo que sucedía dentro de sí.

Además, el cuidado de sí comprendía una serie de acciones que el individuo debía realizar sobre sí mismo con el propósito de lograr un cambio, una transformación que le permitiera decidir lo más conveniente para él desde una visión ética. El cuidado de sí estaba, igualmente, ligado al cuidado de los otros y al cuidado del mundo.

En la perspectiva foucaultiana, por tanto, el sujeto que practica el cuidado de sí es aquel capaz de gobernarse a sí mismo y está, igualmente, en capacidad de gobernar a los otros, promoviendo su construcción como sujetos libres. Ahora bien, para que dicha tarea sea factible se requiere que cada individuo realice sobre sí mismo diversas prácticas mediante las cuales elabore una determinada manera de ser y de comportarse, un ethos, que pueda ser percibido por los demás.

Con la llegada del cristianismo, primero, y, posteriormente, con la llamada modernidad occidental, el significado del cuidado de sí y, en consecuencia, de la búsqueda del conocimiento, cambiaron de manera significativa. En la actualidad, podríamos decir que para acceder a la verdad de sí mismo no se requiere recorrer un camino que produzca una transformación subjetiva. En esta perspectiva el cuidado de sí no es una tarea que cada sujeto deba asumir, sino una actividad sometida al vaivén de las distintas propuestas que le prometen saciar sus anhelos y deseos de felicidad: “Un nuevo cuidado de sí se desprende de las ofertas terapéuticas, un nuevo cuerpo se constituye como objeto de toda clase de cuidados y solicitudes. La proliferación de recetas contra la angustia y la depresión, la recuperación de la estima menoscabada, la identidad, la oferta de respuestas estándares predeterminadas, etc., se incluyen en el conjunto de soluciones normalizadoras cuyo efecto condiciona la emergencia de los modos de enfermar y curar” (Hodgson, H. G. Deleuze, Foucault, Lacan Una política del discurso. Buenos Aires: Quadrata, 2006).

El mercado se convierte en regulador de los deseos, y la posibilidad de acceder a los productos ofrecidos por la sociedad de consumo, parecería ser el ideal que a todos se quiere imponer en este mundo globalizado. En consecuencia, el cuidado de sí se hace depender de las leyes de la oferta y la demanda. Un cuidado de sí que está disponible a cambio de dinero, que no requiere cuestionamientos desde el interior del sujeto, ni exige su transformación y donde los lazos sociales cuentan poco o nada. Un cuidado de sí que no lleva a constituirse como persona libre, sino sometido (sujetado) a otros.

En las sociedades griega y romana el cuidado de sí era privilegio de unos pocos, básicamente los hombres libres. Quiere decir que ni los esclavos, ni los campesinos, ni las mujeres se consideraban dentro de esta perspectiva. Pese a estas circunstancias, vale la pena indagar, a la luz de la experiencia de dichas sociedades, por la manera como entendemos hoy el cuidado de sí. Parafraseando a Foucault podríamos preguntarnos: ¿por qué hemos llegado a pensar como pensamos hoy en relación con el cuidado de sí?, ¿qué factores han incidido para que el cuidado de sí sea entendido y ejercido de la manera como lo hacemos? Y, ¿es posible ejercer el cuidado de sí de manera diferente?

Fuente: Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano – 7/3/2014.
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