La mujer que cuida

Lunes, 16 de Enero de 2017

Canal: Envejecimiento y vejez

Cuando en una familia, uno de sus miembros envejece y se vuelve dependiente, ¿quién lo cuida? En el 86 por ciento de los casos ese rol lo asume una mujer: las esposas, las hijas, las nueras. La tarea es dura, tiene un alto costo personal y hoy, ante el hecho de que somos una sociedad que envejece, se convierte en un desafío país. Un nuevo programa piloto del gobierno, llamado Chile Cuida, apunta en esa dirección: cuidar a las mujeres que cuidan.

Revista Paula 1217. Sábado 14 de enero de 2017.

Sara Díaz tiene 55 años. Es soltera, no tiene hijos. Hasta hace dos años trabajaba en el área de finanzas de una empresa de telefonía, salía con sus amigas, era muy independiente. Pero en 2014 renunció a su trabajo para cuidar a su madre, de 92 años, quien sufría de repentinos desvanecimientos y ya no podía quedarse sola.

Al fondo de la casa donde vive Sara, está la habitación de su madre, Rosario. Ahí está ella, en cama. Ya no puede levantarse; sus piernas están demasiado débiles. Hay muchos mandalas colgados que confeccionó con lanas de colores; pero ha dejado de hacerlos porque ha perdido la movilidad de las manos. Eso la entristece. A veces llora. A veces desconoce a Sara, esa hija que la alimenta, la lava, le acaricia la cabeza y, prácticamente, se ha olvidado de sí misma para atenderla día y noche, 24/7.

“Fui yo quien tomó la decisión de cuidarla, no quería que alguien extraño se hiciera cargo. Además, es mi mamá y la quiero”, dice Sara, quien tiene tres hermanos más, pero los dos hombres están casados y trabajan y su otra hermana tiene un problema cognitivo por lo que no está en condiciones de atender a alguien más. Sara, en cambio, es la hermana soltera. Y la que siempre vivió con sus padres –su papá falleció hace unos años–. “Sentí que me tocaba”, dice.

Pero, pese a todo el amor, atender a su madre no es fácil. “Nadie nos enseña a cuidar a los padres. Yo nunca había asistido a alguien postrado. Es difícil: cómo moverla, por ejemplo, porque mi mamá tiene un brazo que se fracturó y nunca se recuperó bien”, dice. Pero también hay otras consecuencias de haber asumido ese cuidado que son menos visibles. “A veces me siento sola. Vivo encerrada. Se me acabó la vida social. Rara vez salgo de la casa y cuando lo hago es apurada, a las carreritas, a comprar algo al supermercado y a la feria”.

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