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Rep. Dominicana: Envejecientes sin protección social

Viernes, 31 de Octubre de 2008
Recortes de prensa

Clave Digital
14/ 10/ 2008.
Por Tahira Vargas*

En este ultimo año he observado en las calles de Santo Domingo el incremento de la participación de envejecientes en la recogida de botellas y cartones en basureros y colmados.

Igual ocurre en el campo. Envejecientes de ambos sexos se pueden observar saliendo de sus hogares entre 5:00 -6:00 a.m. a trabajar como “echa días” en los conucos. Una señora de 85 años en un campo de Elías Piña la encontramos saliendo todos los días a estas horas a despalillar maní, otra de 83 proveniente de un campo de Moca se ha pasado 60 años trabajando como vendedora de víveres y verduras en las calles de esta ciudad.

El incremento de la población envejeciente en estas condiciones (que se puede observar en distintos puntos del país) visibiliza el contexto de indigencia en que se encuentra una gran parte de ella que debería estar descansando en su casa y recibiendo asistencia social, lo que no es posible para los sectores pobres.

La pobreza no tiene edad y expulsa hacia las calles desde niños-niñas hasta envejecientes. El abordaje de la niñez en las calles ha sido manejado con más frecuencia por instituciones sociales lo que no ocurre con la misma intensidad con respecto a la población envejeciente.

Esta población no tiene para donde ir. Si hacemos visitas nocturnas a parques públicos, callejones de distintas zonas de la ciudad, debajo de los puentes y centros comerciales cerrados; encontraremos envejecientes y personas de todas las edades durmiendo a la intemperie.

La ausencia de asilos públicos para la población envejeciente pobre e indigente produce esta situación deprimente. Los pocos asilos de envejecientes no tienen cupo para más. El hacinamiento en que se encuentran muchos(as) de ellos(as) se puede observar con una simple visita, así como las dificultades para recibir un subsidio económico que cubra las necesidades alimentarias, higiénicas y de salud para los(as) mismos(as).

Nuestros envejecientes botelleros(as) deambulan en las calles en una bicicleta-carretilla muy precaria y tienen que recoger 500 botellas para ganarse 250 pesos.

Muchos(as) envejecientes que viven en barrios y campos del país han podido sobrevivir por la ayuda de sus familiares o de vecinos y vecinas que le ofrecen alimentación (una comida al día), seguimiento y apoyo afectivo. Otros/as logran sobrevivir por las remesas que reciben de sus hijos/as en el exterior. Si no fuera por las redes de solidaridad que existen en las comunidades pobres la cantidad de envejeciente deambulando por las calles fuera aún mayor.

La ausencia de un sistema de protección y asistencia social a envejecientes que funcione desde el estado, ha sido parcialmente cubierta por las familias, envíos de remesas y por las redes de solidaridad de vecinos y vecinas en las comunidades.

El estado no asume su responsabilidad de ofrecer una pensión justa y digna a la población envejeciente. Muchos(as) reciben pensiones mensuales miserables de RD $ 300.00 hasta 1,000.00, entre ellos(as) encontramos a maestros y maestras. Por supuesto esta pensión solo puede dar para comprar una comida de un día o hasta tres días. Conocemos casos de envejecientes que han sido despedidos de empresas por ser mayores de 50 años y no se le asigna ninguna pensión porque supuestamente no han cumplido el tiempo ”requerido”.

La población envejeciente urge de una política social coherente que cumpla con los derechos que le corresponden y con garantías de una vida digna y en equidad como ocurre en otros países.

*Antropóloga.