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Ahorrando para mi vejez

Lunes, 22 de Noviembre de 2010
Envejecimiento y vejez

Por: Marvin Saballos Ramírez – Psicólogo social

“Doña Carmen no se ha despegado de la mesa y de la máquina desde en la mañana. ¿Pero qué tanto hace?” Le pregunté ya entrada la noche a Carmen Majano de Espinal. “Pues aquí, hombré, haciendo vestidos y manteles para venderlos”, me contestó a sus 81 años de edad la laboriosa mujer. “Mire —le dije— descanse un poco; si sus trece hijos se encargan de sus gastos”. “Si tenés razón, mis hijos me ayudan pero yo tengo ¡que ahorrar para mi vejez! No sé si mis hijos podrán hacerlo siempre, yo quiero tener para mis cosas; mientras logre trabajar, mis manos van a estar ocupadas”, fue su repuesta.

Y no es que doña Carmen tuviera algún problema de senilidad que le impidiera percatarse de su edad, o que fuera tacaña. Era una mujer realista, con deseos y acciones para vivir y ser productiva en muchos sentidos.

Con sus ahorros, ayudaba a muchas de sus amigas contemporáneas que estuvieran pasando dificultades, socorría a algunos de sus hijos cuando los miraba en apuros, compraba regalitos de cumpleaños y Navidad para sus numerosos nietos e hijos, celebraba sus Purísima y Gritería (famosas eran en Chinandega las Purísimas de la Carmen Majano) y daba colaboraciones a las Terciarias de San Francisco, organización a la que pertenecía desde su juventud. Murió a los 87 años, en sus últimos años estuvo postrada por enfermedades, pero no amargada, tuvo una muerte serena rodeada de su familia. Una “buena muerte” como por la que antaño se acostumbraba rezar. En la primera Navidad después de su partida, sus hijas e hijos tuvieron la sorpresa de recibir un sobre con 250 dólares para cada uno, y para los nietos, un dije de oro; el último regalo material y la última lección espiritual para su familia.

El ejemplo de doña Carmen me habla de una persona con personalidad productiva que sabe vivir y disfrutar de su vida hasta las últimas etapas, ocupando activamente un lugar en su ambiente sociofamiliar. No fue una mujer de riquezas, era una mujer trabajadora que hombro a hombro con su marido Alcides, luchó hasta darle una profesión universitaria a cada uno de sus hijas e hijos; incluso luchó contra el prejuicio social de que sólo los varones debían recibir educación, contra el parecer de familiares y vecinos, en la década de los años cuarenta les dio educación universitaria a sus hijas mujeres mayores.

En sus años de vejez mantuvo siempre alguna actividad que le generara ingresos, vida social discretamente comprometida, ayudando a través de las Terciarias a asilos de ancianos, huérfanos, enfermos y presos, sus amigas e hijos encontraban en ella siempre un apoyo y cariño. Era feliz celebrando sus Purísimas y compartiendo con las familias y niños del vecindario.

Los psicólogos y todos aquéllos vinculados a la gerontología, dicen que para conservarse saludable en los años de la vejez es importante mantener actividades que den satisfacciones y mantengan siempre en ejercicio nuestras capacidades físicas, sicológicas, intelectuales y sociales. Cultivar actitudes y comportamientos que permitan mantener y desarrollar el espacio personal en la vida social y familiar es la base para ello. No necesitamos para hacerlo de grandes recursos o instituciones de apoyo: es asunto de actitud, de continuar activos en lo que siempre hemos hecho, de explorar nuevos espacios, adecuándonos a las circunstancias que va planteando el envejecimiento. No esperar que nos lo den, sino trabajar por ello.

La Organización Mundial de la Salud ha promovido la idea del “envejecimiento activo como el proceso de optimización de las oportunidades para obtener bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el fin de extender la esperanza de vida saludable, la productividad y la buena calidad de vida en la vejez”.

Annan, Secretario General de la ONU, dijo refiriéndose al aumento del promedio de vida y del número de ancianos en la población mundial y los cambios socioeconómicos y de comprensión de la vejez que implican: Estamos en medio de una revolución silenciosa.

Doña Carmen fue una de esas revolucionarias silenciosas. “Ahorrando siempre para su vejez” e invirtiendo para sí y para los demás en bienes espirituales y materiales. Ejemplo de envejecimiento saludablemente activo.

Fuente: La Prensa (Nicaragua), 13/11/2010.
http://www.laprensa.com.ni/2010/11/13/opinion/43486