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Curarse un cáncer a los 80 años

Miércoles, 06 de Julio de 2011
Recortes de prensa

Oncólogos y geriatras reclaman que se tengan en cuenta los planes de los ancianos.

Más de la mitad de las personas con cáncer tienen más de 70 años. No siempre se les llega a diagnosticar y mucho menos, a tratar. “Pero con 79 y con 83 años, hay muchas personas psíquica y cognitivamente bien, con ganas y planes. La edad no debe ser lo que marque la decisión terapéutica”.

Ese es el punto de partida de los equipos de oncogeriatría, aún muy pocos, que trabajan en España, y que intentan definir una guía para que todos los médicos que ven personas mayores, sobre todo los de familia y los oncólogos de primera línea, sepan cómo valorar esos casos y qué se les puede ofrecer. “Porque son casos complejos y no vale plantearse sólo tratarlos igual que a los jóvenes o desistir sin más, porque para qué someterles a un montón de pruebas, a su edad...”. señala la oncóloga Juana Saldaña, del Institut Català de Oncologia, impulsor de la iniciativa.

José María Echarri se jubiló hace años como profesor de matemáticas y química, “pero me dolía mucho precisamente cuando estaba de pie quieto, si me sentaba, no. Y cuando celebro misa tengo que estar precisamente de pie y quieto”. Sacerdote, salesiano, capellán en el hospital de Viladecans, nunca en su vida había estado enfermo, “75 años sin nada, y de golpe este dolor, varias operaciones, un cáncer de colon y algo más por el abdomen. Sé que lo mío es irreversible, pero me han dicho que es frenable”. Está en ello. ¿Renuncias? “A las reuniones nocturnas, tenía muchas y ahora me canso. La quimio me provoca cansancio, pero las visitas al hospital las hago con normalidad. Tampoco me ha disminuido el ansia de comer chorizo o jamón”.

María Badía tiene 84 años y la casa impecable. Durante el año que ha durado su convalecencia desde que le detectaron un tumor de colon, la operación y la quimio posterior, la familia le ha ayudado mucho. Están todos cerca. “Pero ahora tengo mi sistema: meecho un ratito cuando me canso. Es que la fregona me mata, me duelen los riñones, pero con el descansito, me repongo y luego sigo. No he dejado de quitar el polvo, ni de fregar. Si no me tengo que agachar mucho, no hay problema, y si no puedo, me tumbo en el sofá”. Todo en su sitio. “Vinieron los de la ayuda de la dependencia, que la habíamos solicitado cuando me operaron, pero no me la han concedido. Yo creo que vieron todo tan limpio que no se creyeron que estuviera enferma. En la cocina, mi marido me ayuda. Tengo ánimo, la comida me sienta bien. Salir, salgo poco, porque la rodilla me duele, se me cansa”.

Félix Sánchez, albañil de toda la vida. “Nunca he estado de baja, ni malo, hasta hace un año”. Es un experto jugador de billar de 80 años y no perdona el paseo de la tarde con su mujer por Sant Joan Despí. Hace un año le operaron de un tumor digestivo. “No dudé en operarme; todo lo que me digan los médicos”. Dos quimios, “luego pastillas. me sientan bien, tengo mucho pelo. Y el 22 de junio me quedaré libre de la medicación”. Para septiembre tiene pendiente la revisión en el Oncológico, porque le tienen que volver a operar para prescindir de la bolsa colectora. “No he dejado de hacer nada, sólo que no bebo nada más que zumo y agua, porque hace daño, y si tomas pastillas, no se debe”.

La oncología está muy ligada a la edad, al envejecimiento. “El problema es que sabemos muy poco, porque los ancianos no entran en los ensayos clínicos, por lo que no tenemos argumentos científicos para evaluar pruebas, para incluirlos en programas de detección precoz, para decidir tratamientos y saber resultados”, señala la internista Maite Antonio, miembro de la comisión de oncogeriatría del ICO. Esa falta de datos obliga a cada equipo a hacerse su propio librillo. En el ICO, la comisión evalúa cada caso que le llega. Cada vez más, porque se va sabiendo que allí estudian los casos de ancianos. “Nos llegan personas muy mayores en estado excelente. Tenemos en cuenta muchas variables para proponer un plan al paciente, pero quizá hay dos aspectos que marcan especialmente: el estado cognitivo y el funcional”.

El plan puede ir desde el tratamiento estándar a los que están de entrada mejor, hasta los cuidados paliativos a los que están en una situación más avanzada y frágil. “La edad es una ventaja en el paciente a la hora de tomar decisiones. Son mucho más serenos”, asegura la especialista. Las familias a menudo intentan protegerles, “pero el paciente sabe que se trata de su vida y quiere potestad, mucho más de lo que pensamos, aunque cáncer es palabra tabú y aún más entre las personas mayores”, explica desde la experiencia de la consulta de oncogeriatría.

“Tiene que cambiar el sistema de atención, de detección precoz, de evaluación, de tratamiento, de apoyo social”, señala la oncóloga Juana Saldaña. “Y necesitamos uniformar las herramientas para pasar de la intuición a la certeza”. Esa es la tarea que se han propuesto las sociedades médicas de oncología radioterápica, geriatría, cuidados paliativos y oncología, que celebraron recientemente en Barcelona una primera reunión de trabajo en busca de un primer documento común.

De momento trabajan con un abanico enorme de variables, además de la capacidad cognitiva y la funcionalidad: las enfermedades que acompañan a la persona en la que se descubre un tumor (comorbilidad); la capacidad de soportar el tratamiento; la metabolización de nutrientes, cómo le sientan las cosas; la familia y el apoyo a su alrededor. “Toda su mochila”, resume la doctora Maite Antonio.

Para el padre Echarri “lo más duro fue cuando, tras la primera operación y la quimio, reapareció el tumor. Me cayó como una losa. Yo estaba contento con los resultados, todo había ido bien, y de nuevo a empezar. No lo esperaba. me quedé como zombi. Recé un poco y me calmé. Eso ayuda mucho. La fe es una fuerza muy grande y ayuda a ver las cosas con más serenidad”.

María Badía reconoce que estuvo muy mala al principio “por lo que se me venía encima. Me veía que tenía eso y que me tendría que poner la bolsa. Es lo peor, pero a todo se habitua uno. Ahora ya me la pongo yo, o mi marido.”

Félix Sánchez se reconoce tranquilo a pesar de las gomas, el dolor, la quimio. “Confío en lo que me dicen. Me lo explican muy bien”.

Los tres pacientes hablan espontáneamente de su confianza en quienes les tratan. “Hemos cambiado de actitud”, reconoce la doctora. “No debemos descartar nunca el seguimiento y las pruebas. No es una opción no hacer nada como ocurría hace años”.

Los especialistas llaman la atención sobre una discriminación por edad que “ya está hecha antes, desde la sociedad, desde la familia, que ya no le lleva al médico porque es tan mayor. Incluso desde los médicos de cabecera se duda a veces de las aciones oncológicas. Pero hay muchas hormonas que dar para que a una mujer mayor no le mate un cáncer de mama”.

“Y llegó el día”, recuerda María Badía. “ Tengo cuatro hijos, ahora vivimos solos mi marido y yo, pero ellos nos cuidan, vienen mucho. Te tienes que animar, me decían así que para que no padecieran, me decidí a mirar para adelante. Hay personas que son más de padecer, yo padezco mucho. Perdí 12 o 13 kilos, estaba rellenita. Ahora yo creo que he recuperado 3 o 4 kilos. Tengo buen aspecto y ganas de hacer cosas”.

Una escala basada en la vulnerabilidad

La complejidad de tratar cáncer (realmente más de 200 enfermedades distintas) se duplica o triplica cuando se trata de personas mayores. Los oncólogos que los atienden intentan aplicar criterios de geriatría en la valoración, lo que incluye las otras enfermedades del paciente, su situación familiar y social, si tendrá alguien que se ocupe de él, su estado nutricional o sus posibilidades de aguantar un tratamiento. Así, distribuyen los pacientes en cuatro grupos. El primero y el cuarto son los más claros. Los más difíciles, el segundo y el tercero.

El paciente de tipo 1 es una persona mayor pero un paciente estándar. Su cáncer es tratable como el de cualquiera porque no tiene una vulnerabilidad añadida, sólo más edad.

El tipo 4 es una persona muy frágil al margen de su cáncer. Su situación de conjunto le lleva a que ese tumor sólo pueda ser tratado finalmente con acciones de tipo paliativo.

En el tipo 2 y 3 hay distintos grados de vulnerabilidad, pero esa situación no lleva a los médicos a descartar ni las pruebas diagnósticas ni el tratamiento y el seguimiento. En el 2, sobre todo, las acciones específicas hacia su cáncer son más claras, pero adaptadas a sus otros problemas.

Podría ser el caso de una persona de 77 años, hipertenso, con diabetes, que necesita medicación para dormir, con buena funcionalidad y que se vale para cuidar de su mujer o su marido, que está peor que el enfermo de cáncer.

Se podría tratar de un cáncer de pulmón con tratamiento curativo a base de radioterapia y quimio radical. “La adaptación a su caso podría ser utilizar fármacos menos fuertes y remodelar el plan de radioterapia. Se necesitarán más pruebas de tolerabilidad. Es más fácil equivocarse”, explica la oncóloga del ICO Juana Saldaña. El grupo más numeroso es el tipo 2.

Cifras contra tópicos

TRATAMIENTO ADAPTADO
38%
Del análisis de 260 casos de cáncer en ancianos del ICO se desprende que el número mayor (38%) eran tipo 2, los que necesitan una adaptación del tratamiento a su estado general de salud. El 30% recibió un plan estándar. El 19% recibió sólo cuidados paliativos.

UN TRIUNFO
80 años
Llegar a los 80 años es un triunfo y una muestra de que pueden llegar aún más lejos. Los oncólogos quieren convencer a la sociedad en general y a médicos en particular de que valoren ese triunfo cuando aparece un tumor y no tengan tanto miedo a los tratamientos.

MAMOGRAFÍAS
Más de 70
Los oncólogos creen que hay que revisar la edad en que se dejan de hacer mamografías para la detección precoz de cáncer de mama, ahora a los 70 años, igual que en el cribaje de colon.

Ana Macpherson
La Vanguardia.com 14/6/2011.
http://www.lavanguardia.com/salud/20110614/54170530674/curarse-un-cancer-a-los-80-anos.html