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Nicaragua. Algunos datos sobre los adultos mayores de las encuestas de hogares de INIDE 2009 – 2010 y notas sobre el proceso de envejecimiento poblacional

Viernes, 18 de Mayo de 2012
Recortes de prensa

Por Adolfo Acevedo Vogl

En el año 2010, los adultos mayores, definidos como las personas de 60 años y mas, ascendían a 363,400, y equivalían al 6.2% de la población total. De estos, solo el 15% recibía una pensión de vejez.

Sin embargo, a pesar de que en su mayoría carecen por completo de protección social, los adultos mayores desempeñan un papel muy importante en nuestra sociedad. En su mayoría asumen responsabilidades muy importantes dentro de los hogares.

Según la EMNV 2009, el 64.6% de los adultos mayores eran Jefes de Hogar. El 56.4% de los adultos mayores catalogados como Jefes de Hogar eran hombres y el 43.6% correspondía a mujeres. Las personas mayores varones jefes de hogar representaban el 80.2% del total de los adultos mayores varones, y las mujeres mayores jefes de hogar representaban el 51.7% de todas las mujeres mayores.

Esto significo que más de 200 mil adultos mayores de 60 años eran Jefes de Hogar, representando el 22.7% del total de Jefes de Hogar en el país. Los Adultos Mayores varones que eran Jefes de Hogar representaban el 19.5% de todos los varones Jefes de Hogar y las mujeres mayores de 60 años que eran Jefes de Hogar equivalían al 28.9% de todas las mujeres Jefes de Hogar.
En calidad de tales asumían una importante responsabilidad en el seno de sus hogares incluyendo, generalmente, contribuir de manera importante al sustento económico.

Como lo muestran estas Encuestas, porcentajes altísimos de adultos mayores, dada la bajísima cobertura del seguro social, se ven obligados a buscar la sobrevivencia desempeñando actividades económicas precarias, hasta edades avanzadas.

Por esta razón, de acuerdo a la Encuesta Continua de 2010, el 63.8% de los adultos mayores de entre 60 y 64 años todavía trabajaban, así como el 52.1% de los adultos mayores de 65 a 70 años, y el 43.1% de los adultos mayores de 71 a 76 años. El 28.8% de los adultos mayores de 77 a 81 años también trabajaba, lo mismo que el 22.3% de las personas de entre 88 a 92 años.

El 62.8% de los adultos mayores que trabajaban eran hombres, y el 37.2% eran mujeres. Los adultos mayores jefes de hogar varones que trabajaban representaban el 83.1% del total de adultos mayores varones que trabajaban y el 8.6% eran esposos o compañeros de las jefes de hogar. Las mujeres mayores de 60 años que eran Jefas de Hogar que trabajaban, representaban el 65.3% de las mujeres mayores que trabajaban, y el 25.2 eran esposas o compañeras de los Jefes de Hogar.

Es importante recordar que aquí el concepto de trabajar empleado en las Encuestas se limita al desempeño de una actividad económica generadora de ingresos, y no se reconoce como trabajo la actividad de las mujeres que se dedican a las tareas domesticas y de cuidado de hijos y familiares. Una gran parte de las mujeres catalogadas como parte de la denominada económicamente inactiva, señala que se dedica a las labores del hogar, como Amas de Casa. Sin embargo, Cuando las mujeres mayores no se incorporan en mundo laboral, no significa que no trabajen, sino que muchas veces siguen contribuyendo a la reproducción material de la familia con las tareas de la casa y del cuidado que no siempre son reconocidas como trabajo, incluso por ellas mismas; es decir que no están inactivas.

Los ingresos laborales, provenientes de la actividad económica que desarrollan, representaron el 45.6% de los ingresos de los adultos mayores. La jubilación (pensiones por vejez) representaron el 25.6% de sus ingresos, y las remesas familiares el 19.8%.

Los empleos desempeñados por los adultos mayores eran fundamentalmente informales o precarios, asociados a La bajísima escolaridad que lograron alcanzar los adultos mayores: esto se debe las pasadas generaciones lograban adquirir una escolaridad mucho más baja que en el presente, la cual correspondía en la mayoría absoluta de los casos a ninguna escolaridad (este es el caso del 39.5% de los adultos mayores), o a una escolaridad de apenas primaria (el 43.6Þ los casos) y a que después de los 50 años resulta cada vez más difícil que las personas logren encontrar empleo formal.

El 86.5% de los mayores de 60 años trabaja en micro-unidades informales que emplean de 1 a 5 personas.

El 58.3% de los adultos mayores ocupados se desempeñaba como trabajador por cuenta propia (cuentapropista), el 13.3% como empleado/obrero y el 9.8% como peón o jornalero.
Solo el 21.5% del empleo desempeñado por los adultos mayores equivalía a empleo pleno: el 27.5% era empleo a tiempo parcial y el 55.1% era subempleo visible e invisible.

Estos empleos precarios eran desempeñados en el sector agropecuario (el 43.5%), el comercio (el 22.4%), la industria manufacturera (8.9%), los servicios (7.7%) y hoteles y restaurantes (5.7%) , sectores caracterizados por un gran peso de las actividades informales, de muy baja productividad, en particular la agricultura y el comercio, en las cuales tiene un gran peso el empleo por cuenta propia.

El alto peso de los empleos agrícolas se debe a que en gran medida los adultos mayores continúan laborando en lo que aprendieron a hacer y en lo que siempre trabajaron: cuando ellos eran jóvenes y adultos la agricultura tenía un peso fundamental en la economía (de hecho aun lo tiene: el 40% de los varones jóvenes y adultos todavía trabaja actualmente en la agricultura).

Los grandes grupos de ocupación confirman el peso de dichas actividades (agricultura y comercio informal) en las ocupaciones que desempeñan los adultos mayores.

El gasto de salud adquiere mayor importancia con la edad. Es decir que la calidad de vida y el bienestar de las personas de edad están altamente asociados a su posibilidad de acceder a los medicamentos esenciales para el cuido de su salud. Según la EMNV 2009, el 53% de los adultos mayores pago por los medicamentos necesarios para atender sus problemas de salud.

LAS PERSPECTIVAS DEL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO POBLACIONAL

Según las proyecciones demográficas oficiales del INIDE, y las de CELADE de la CEPAL, y de la División de Población de Naciones Unidas, dentro de 24 años, el 13.5% de la población, casi un millón de personas, tendrá más de 60 años, y el país estará entrando en la fase plena de envejecimiento de la población.

Es importante anotar que este proceso de envejecimiento, que en los países europeos tuvo una duración de aproximadamente un siglo, en el caso de América Latina está teniendo una duración de solo unos 30 años, es decir se está produciendo a un ritmo tres veces más rápido.

La población entonces ya no será predominantemente joven. Habrán muchos menos niños, en términos absolutos y relativos. La población en edad activa continuara aumentando hasta 2035, cuando alcanzara su punto culminante como porcentaje de la población total, y luego comenzara a declinar – porque el decrecimiento de la población infantil habrá cesado de alimentar sus tasas de crecimiento y porque las diferentes cohortes de esta población irán alcanzando por oleadas la edad de retiro -. Los que tienen 20, tendrán ya 44, los que tienen 30, tendrán 54, y los que tienen 35 habrán arribado ya a los 60.

Paralelamente, se continuara incrementando con rapidez la población de adultos mayores. Para el año 2050 la población mayor de 60 años representara aproximadamente un 20% de la población – un porcentaje similar al que, en promedio, representa actualmente en los países desarrollados.

Si no se hace un esfuerzo monumental AHORA para cambiar las tendencias descritas, la mayor parte de las personas en edad de trabajar lo seguirá haciendo en empleos precarios e informales.

El cuadro será diametralmente opuesto al que prevalece ahora. Existirá un porcentaje rápidamente creciente de adultos mayores, los cuales deberán ser atendidos en sus necesidades de sobrevivencia y cuidado de salud, y un porcentaje  decreciente de la población en edad de trabajar.

La tasa de dependencia aumentara de nuevo al incrementarse el número de personas mayores por cada persona capaz de trabajar.

En la medida en que la gran mayoría de las personas en Nicaragua no tiene la capacidad de ahorrar para cubrir sus necesidades durante la vejez, y dada la bajísima cobertura del seguro social, esto supone que aquellos que todavía estén en edad de trabajar y se hayan incorporado a la población económicamente activa tendrán que apoyar, directa o indirectamente, la sobrevivencia y la atención en salud de la creciente población mayor de 60 años.

Sin embargo, como resultado del hecho de que el número de adultos mayores crecerá más rápido que la Población Económicamente Activa, habrá cada vez menos personas económicamente activas para sostener a cada adulto mayor, sobre todo por el tipo de empleos que continuara predominando -Porque al mismo tiempo, la población económicamente activa, la cual habrá comenzado a declinar como en relación al número de personas dependientes, en ausencia de modificaciones en el actual patrón de crecimiento económico y social, con toda probabilidad va a continuar laborando, en un elevado porcentaje, en empleos precarios e informales.

Esto significa que una gran parte de la fuerza de trabajo va a continuar trabajando en empleos que les proveerán ingresos laborales extremadamente exiguos, los que deberán utilizarse para sustentar a un número en ascenso de personas dependientes, además de a los económicamente inactivos y a los desempleados, de manera que la tasa de pobreza podría volver a aumentar.

En este caso, el "bono demográfico" se habrá agotado, es decir ya el porcentaje de personas en edad activa no seguirá creciendo en comparación a las personas dependientes, sino que el proceso comenzará a funcionar de manera contraria: el número de dependientes (principalmente los adultos mayores) crecerán cada vez más respecto del número de personas en edad activa.

Esto provocaría una disminución progresiva de los ingresos laborales por persona dependiente, o lo que es lo mismo una disminución del ingreso per cápita de los hogares, debido al aumento de la relación de dependencia, y el período de "bono demográfico" daría paso a un período de acentuada "desventaja demográfica".

Dado que la población infantil será un porcentaje cada vez más reducido de la población total, ya no existirá la masa crítica de niños y adolescentes en los cuales invertir para poder modificar estas tendencias a futuro. El momento de invertir en los niños y adolescentes, modificar el actual modelo de crecimiento y cambiar las perspectivas del futuro es ahora; después podría ser demasiado tarde.

Si no se aprovecha la oportunidad potencial representada por el bono demográfico, al arribar el momento en que inicie con toda su fuerza el proceso de envejecimiento de la población, ya no habrá retroceso. Nicaragua tiene, por lo tanto, una ventana de oportunidad de entre tres o cuatro décadas, cuando mucho, para poder llevar a cabo las inversiones y las transformaciones que se requieran para aprovechar al máximo posible el bono demográfico.

El desafío que se enfrenta no se da en un vacío. Es preciso buscar respuestas que concilien tres grandes transformaciones de las que la política pública debe hacerse cargo: aquellas que responden a inercias demográficas, como el envejecimiento de la población y la baja de la natalidad; aquellas que dependen del desempeño de los agentes económicos y de políticas de coordinación y habilitación, como la promoción de cambios en el estilo de crecimiento y las mejoras en la productividad, y aquellas de economía política que se refieren al papel y tamaño del Estado.

Fuente: http://www.canal15.com.ni/videos/37286 (1/5/2012)