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Uruguay. La violencia contra los adultos mayores

Lunes, 17 de Julio de 2006
Políticas y Derechos


El Espectador
Uruguay 04.07.2006

Uruguay es un país de viejos” es una frase varias veces repetida, que se ha transformado en un estereotipo que tiene sustento en cifras estadísticas. Si bien ocho de cada 10 adultos mayores son autoválidos, aún así son los más vulnerables en situaciones de violencia callejera y en el hogar, ya sea física, psíquica o patrimonial. Pese a todo ello, no hay estudios que reflejen esta situación. Informe de Leonel García

Por ley, se considera adulto mayor a todo individuo de 65 años o más. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), apelando a la fase uno del censo de 2004, en Uruguay hay 433.000 personas que pueden considerarse adultos mayores. Esto es, el 13,4% total de la población. De acuerdo con el Ministerio de Salud Pública (MSP), la mitad de ellos viven en Montevideo.

De acuerdo con Rosalía Pansa, secretaria de la Sociedad Uruguaya de Geriatría y Gerontología (SUGG), estos números transforman a Uruguay en el país de población más envejecida de América Latina.

Pese a eso, hay una realidad que puede parecer, al menos, sorprendente: no hay estudios en Uruguay que reflejen los distintos tipos de violencia, que sufre el adulto mayor, una población extensa y vulnerable.

Eugenia Demarco, directora del Programa Nacional del Adulto Mayor del Ministerio de Salud Pública, 0comentó que “el tema del maltrato en el adulto mayor no es un tema que se ha abordado, realmente tenemos que tomarlo porque es algo grave (...) Debemos apuntar hacia el no más maltrato del adulto mayor. En Uruguay no hay datos en cuanto a cifras de maltrato, pero hay estudios internacionales que hablan de un dos a un 5%. En la medida que se estudie el tema y se registre esa cifra se duplicaría”.

Esos estudios que mencionaba Demarco, también indican que de cada cinco casos de adultos mayores maltratados, sólo se denuncia uno. La causa de esto, es que si bien hay un 80% de adultos mayores que son autoválidos, el restante es en mayor o menor grado, dependiente de su cuidador, que puede ser un familiar o no. Es muy difícil que un anciano denuncie a la persona de la que depende ya sea para trasladarse, para tomar medicamentos, para que le cambien el pañal geriátrico, del que depende para una mejor calidad de vida.

Además, hay otro tema en el que coinciden los especialistas consultados. Si bien los adultos mayores son una población vulnerable, tanto como los niños o las mujeres víctimas de violencia doméstica, en su caso hay como una especie de admisión de la “violencia”. Admisión basada en los estereotipos de la vejez: “está chocho”, “está gagá”, “este viejo está rompiendo la paciencia otra vez”. Todo ese tipo de frases.

“Cuando nosotros pensamos en la violencia de un adulto mayor casi siempre lo vinculamos al abuso económico o al maltrato físico, pero hay una violencia que es muchas veces hasta socialmente admitida, hablar en un tono que no es adecuada, hacerlos sentir culpables... Estas son cosas que ni siquiera se evalúan, pero que sí existen”, comentó Carmen Amaral, licenciada en Trabajo Social y asistente de la Cátedra de Geriatría de la Facultad de Medicina.

En la SUGG, como en todo Uruguay, no hay datos estadísticos sobre maltrato en adultos mayores. Pansa indicó que en Argentina y Brasil se calcula que entre el 5 y 10% del total de adultos mayores sufren algún tipo de maltrato.

“El maltrato es una situación intencional en la cual una persona sufre un trauma físico -golpes, heridas...- y no tiene satisfechas sus necesidades básicas, físicas y y/o mentales como consecuencia de actos voluntarios, por parte de quien lo está cuidando. Ese cuidador es una de  las claves dentro del maltrato, que sería el agresor (...)”, explicó Demarco, del Programa del Adulto Mayor del MSP.

Según Pansa del SUGG, también hay que tener en cuenta los casos de negligencia, que no siempre son situaciones intencionales de querer hacer daño. Esto está de la mano con lo que dijimos de los estereotipos de la vejez. “Está gagá, está exagerando como se siente”, sería la frase de cabecera en estos casos.

Ese maltrato puede ser físico, psicológico o patrimonial. El sociólogo Ricardo Alberti, master en gerontología social, comentó el “caso de un hijo que, para quedarse con la vivienda los padres, apedreaba toda la noche (la vivienda) y les llenaba de agua las piezas donde estaban los dueños de casa para electrificarles las puertas. En cuanto al abuso económico más conocido es el tema de los prestamos... Le hacen sacar un préstamo y después queda pagando el adulto mayor”, señaló.

Actualmente hay un relevamiento conjunto en el que están participando instituciones como la SUGG, la Facultad de Medicina y el MSP con miras a tener, por primera vez, una base en cifras para luego hacer un estudio sobre la violencia que afecta al adulto mayor y cómo abordarlo.

Se espera que el estudio esté pronto para ser presentado en el III Congreso Uruguayo de Geriatría y Gerontología y II Congreso del MERCOSUR de esa especialidad que se va a celebrar del 29 al 31 de octubre en el Hotel Conrad de Punta del Este.

El relevamiento se hizo en unos 300 casos, sobre todo en Montevideo, pero también en ciudades del interior como Pan de Azúcar, Salto y Colonia, según comentó la asistente social Carmen Amaral.

El estudio de campo terminó en enero. La falta de recursos ha hecho imposible que se haya terminado el procesamiento de datos. Están cruzando los dedos para llegar a octubre a ese congreso, indicó Amaral.

Este estudio se basa en tres puntos: la violencia en la calle, el abuso económico y el maltrato familiar o institucional a nivel físico o psicológico. Aún así, ya se puede vislumbrar, según Amaral, cuáles son los casos donde más notoriamente se verificó la violencia, al menos en ese estudio.

La violencia callejera incluye situaciones de robos, ya que los adultos mayores son una población muy vulnerable a los delitos. Según el Observatorio de Criminalidad y Violencia del Ministerio del Interior, del total de rapiñas que ocurren en Montevideo, desde 2004, pasando por 2005 y en lo que va de 2006, se estima que un 7% de las víctimas son mayores de 65 años. Ese porcentaje se ha mantenido constante.

En el caso de los hurtos, según informó el Ministerio del Interior, su alto número –60.000 al año en Montevideo- no permite un desglose en la edad de las víctimas. Aunque también se ha mantenido estable la proporción de arrebatos, entre un 11 y 12%. Cabe destacar que el arrebato es una modalidad de hurto muy especialmente vinculada a los adultos mayores. Hablábamos hace poco de la situación en Maldonado y en la de cientos de lugares los días de cobro de la jubilación. Ni hablemos del “cuento del tío”.

Pero apelando a la prensa se ven casos de delincuencia en adultos que realmente estremecen. Hace pocas semanas y en un lapso de 15 días, dos copamientos tuvieron un desenlace fatal. A principios de abril un hombre de 83 años, Ramón Bota, falleció durante un asalto a su casa. Poco tiempo antes, a fines de marzo, Teodora Medero, de 73 años, fue torturada y asesinada para robarle dos televisores y un equipo de audio en su casa del Parque Batlle.

Más allá de lo vulnerables que son en la calle, los adultos mayores también suelen ser objeto de violencia física y psíquica, sobre todo de quienes, en los casos que la persona sea menos independientes, están encargados de cuidarlo. Muchas veces son sus propios familiares. Y como son los encargados de su propia subsistencia es que son muy infrecuentes las denuncias que existen, lo que impide la profusión de datos locales.

Esto ocurre también en las casas de salud, y según Pansa, en las casas de salud la situación está más tapada. Aunque, se supone que ahí existen profesionales capacitados para trabajar con estas personas.

En las casas de familia, a menos autoválido un anciano, más cuidados requiere. Y esto genera una gran situación de estrés. Demarco habla del “cuidador quemado” debido al contacto permanente con el adulto mayor.

“Cuando hablamos del `cuidador quemado´ casi siempre es cuando está forzado cuidando una persona que a veces ni siquiera es la persona que conoció, porque a veces estamos hablando de una demencia, por ejemplo y (el anciano) se vuelve una persona agresiva”, indicó Alberti.

A las casas de salud, muchas veces se las relaciona con el abandono. En algunos casos no sin razón. En otros casos, es el abandono familiar el que los lleva a esos lugares. Muchas veces sin que haya una protesta del adulto mayor en cuestión, comentó Pansa.

Álvaro Baz, director del Servicio de Salud del MSP, el sector encargado de las casas de salud dijo que “pintaba” una situación deficitaria de los controles que se hacen y los datos existentes. No hay un número definido de locales registrados, hay un margen de entre 800 y 1.000 lugares en todo Uruguay. Eso se debe a la “movilidad” de estos establecimientos.

Por ende no se sabe qué población hay ni cuáles son los casos más problemáticos aunque mencionó que están procesando un registro.

Además, Baz indicó que en Montevideo hay una clandestinidad muy fuerte que muchas veces sólo se detecta a través de redes comunitarias. Es que sólo hay 12 inspectores para todo el país abocados a esa tarea. En marzo del año pasado, sólo habían cuatro. Aún así, el jerarca indicó que los casos por maltrato son los menos y que la mayoría de las irregularidades apuntan a cuestiones de seguridad mínimas como la existencia de un extintor de Bomberos, la habilitación de Bomberos o la falta de un director técnico en la parte de medicina.

Actualmente el MSP está trabajando para crear una estandarización de las casas de salud en cuatro categorías (A, B, C y D), según los costos y servicios ofrecidos, para que haya un mayor abanico de posibilidades, que haya más posibilidad de registrar casas de salud, para atender a la población del adulto mayor.

Estos casos apuntan más que nada al maltrato físico y psicológico por parte del cuidador, familiar o casa de salud.  No hay una opinión única sobre cuál es el peor tipo de maltrato. Para Silvia Tron, vicepresidenta del Centro Interinstitucional de Colaboración con el Adulto Mayor (Cicam), si bien el maltrato es omnipresente, el abuso más común y más corriente es el patrimonial.

Esto es cuando la persona deja de tener potestad sobre sus haberes. Sale involuntariamente de garantía para un préstamo, pone su casa a nombre de sus hijos o nietos. Estos casos, que no están mensurados, se multiplicaron en los últimos años luego de la crisis económica.

El Cicam es uno de las ONG que trabajan por la reinserción de los adultos mayores como seres útiles en la sociedad. En 2005 llevaron adelante un programa de ecoguías barriales y realizaron cursos de idiomas e informática en el centro de la calle de Minas. A mediados de julio también comenzarán cursos sobre derechos y deberes del adulto mayor. Este es un ejemplo que las autoridades buscan repetir en otros centros del país.

Hay ancianos más propensos que otros a sufrir ese tipo de maltrato. “El perfil del anciano maltratado es un anciano añoso,  mayor de 75 u 80 años, mujer -porque hay un problema de género...- si tiene deterioro cognitivo con más razón (se da el maltrato), porque tienen una dependencia intelectual y los que tienen dependencia física que necesitan ayuda para moverse”, indicó Pansa.

Una abuela es más propensa que un abuelo a ser maltratado. En todos los casos, un anciano maltratado desarrolla sentimientos de miedo y rabia, sumando al hecho que no se animan a denunciar las situaciones que lo aquejan.

Según comentó Demarco, del programa para el Adulto Mayor del MSP, actualmente se está reviendo la ley de las casas de salud y se está reglamentando otra ley, la 17.796, que es la de Promoción Integral para los Adultos Mayores basada en cuatro puntos: salud, seguridad social, derechos y protección legal. Aún así, esta ley, los planes, así como los estudios sobre la violencia en la tercera edad están aún “en pañales” en Uruguay.

Según indica Pansa sobre proyecciones del INE, para 2025 la esperanza de vida va a ser de casi 79 años contra los casi 76 actuales. La tasa bruta de natalidad va a bajar de 14,76 a 13,03% y la tasa bruta de mortalidad también va a descender de 9,39 a 9,26%. Por lo tanto, cada vez va a ser mayor el porcentaje de adultos mayores, eso es un hecho. Tal vez sea mayor la problemática dentro de 20 años.